En Muñeco hay una lengua propia, la lengua de personajes que acuden al encuentro de sus límites. Es también la labia de la conversación, la delicia del rumoreo susurrado de manera elegante. La lengua de Nereo Illanes nos instala en la escucha de múltiples voces, pieza fundamental para hacer literatura.
Estos relatos son un entramado de voces descarnadas, hilarantes, que se hilvanan con la oralidad de tías y abuelas sabias. Lábilmente Nereo Illanes enlaza historias que surgen de las calles citadinas, puede ser cualquier ciudad, pero también es su tierra íntima. Muñeco es el dandy, y también un muñequito vudú.
(Candelaria Ramales)
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En Muñeco hay una lengua propia, la lengua de personajes que acuden al encuentro de sus límites. Es también la labia de la conversación, la delicia del rumoreo susurrado de manera elegante. La lengua de Nereo Illanes nos instala en la escucha de múltiples voces, pieza fundamental para hacer literatura.
Estos relatos son un entramado de voces descarnadas, hilarantes, que se hilvanan con la oralidad de tías y abuelas sabias. Lábilmente Nereo Illanes enlaza historias que surgen de las calles citadinas, puede ser cualquier ciudad, pero también es su tierra íntima. Muñeco es el dandy, y también un muñequito vudú.
(Candelaria Ramales)
